Este domingo 9 de noviembre, un reducido
pero valiente grupo de nuestro club se desplazó hasta las inmediaciones de Escuaín, la joya menos conocida del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, para enfrentarse a una de sus rutas circulares más emblemáticas: la que recorre la espectacular Faja Cazcarra y el icónico Puente de los Mallos.
La jornada estuvo marcada por el desafío y la belleza salvaje de la Garganta del río Yaga. La ruta nos llevó a través de sendas aéreas que pusieron a prueba nuestra destreza y compañerismo.
🧗 Puntos Calientes de la Ruta
Surgencia del Yaga: Las vistas de la espectacular surgencia, donde el río
Yaga brota de la roca, nos sirvieron de bienvenida y recordatorio de la fuerza de la naturaleza.Adrenalina en la Faja: El tramo clave fue, sin
duda, la Faja Cazcarra. Tuvimos que superar pasos expuestos equipados con cables y cadenas, lo que añadió un toque de emoción y concentración máxima.Atención al equipamiento: Queremos destacar la precaución que tuvimos al cruzar ciertas zonas. El grupo notó que algunas tablas ancladas en la pared
rocosa (utilizadas como pasarela) no se encuentran en un estado óptimo, requiriendo un apoyo extra y extremar las precauciones en cada paso.El Descenso Complicado: La zona de bajada hacia el final de la circular (en el tramo que conecta con Revilla o
similar) presentó un terreno algo inestable, con fuerte pendiente y piedra suelta, lo que hizo que la atención y el buen calzado fueran vitales.
A pesar de las dificultades técnicas y los puntos que exigieron cautela, logramos completar el circuito a un buen ritmo, disfrutando del paisaje único del cañón.
Tras casi seis horas de aventura, llegamos al punto de partida en Escuaín contentos, satisfechos y con la mochila llena de recuerdos imborrables. ¡¡¡Una ruta altamente recomendable!!!





























El recorrido fue de contrastes. Combinamos tramos de carretera con un maravilloso paseo por un bosque denso y sombrío, un auténtico manto verde. Nos adentramos entre quejigos, pinos y musgo, disfrutando de ese ambiente húmedo y fresco que tanto agradecen los sentidos. Desde allí, las vistas al embalse de Yesa eran una constante, aunque en estas fechas los niveles bajos de agua eran un recordatorio más de lo caprichosa que es la climatología.
















